jueves, 19 de mayo de 2016

TALLER DE FILOSOFIA 11

Introducción a la filosofía

Por qué nos hacemos preguntas.

Hay preguntas de gran importancia para el ser humano: aquellas que tienen que ver con el sentido de la vida, con el alma, con Dios, con la muerte ... Generalmente, cada uno de nosotros se forma algunas ideas al respecto, además  de reconocer doctrinas ya existentes que asumen una posición definida.

Algunos piensan que hay vida después de la muerte, mientras que otros afirman lo contrario. Por su parte, otros dicen que el problema no es la muerte, sino el modo de asumirla. En relación con la existencia del alma, unos piensan que ella no es sino el conjunto de nuestras funciones orgánicas, adoptando de este modo una postura materialista. Otros piensan que el alma es algo por sí misma, independiente del cuerpo, tomando partido por explicaciones de carácter metafísico, es decir, aquello que está más allá de lo físico.

En cuanto a la valoración de la vida, hay quienes la consideran carente de sentido, mientras que otros la afirman incondicionalmente, pese a todas las vicisitudes por las que atraviesen los individuos. Para algunos filósofos, este tipo de consideraciones excluyentes entre sí, no son necesariamente irreconciliables ni contradictorias.

Ante la incertidumbre de este mar de opiniones, es natural preguntarnos ¿qué postura asumir, quién tiene la razón y por qué?; ¿Es posible resolver estos interrogantes? ¿Cómo debemos enfrentarnos a ellos? La filosofía no pretende dar respuestas acabadas, pero tampoco permanecer en una constante divagación. Lo fundamental es que cada pregunta surja de un deseo de saber y que permita esclarecer los problemas esenciales a la vida y al hombre. Así la vida adquiere un sentido desde las preguntas que nos formulamos.

¿Por qué se hace filosofía?

Hemos hablado sobre cómo en ocasiones nos vemos convocados a abordar y a responder preguntas esenciales. La filosofía se origina cuando estas preguntas fundamentales se tornan ineludibles, esto es, cuando en lugar de esquivarlas perdiéndonos en las ocupaciones cotidianas, nos cuestionan en toda la magnitud de sus problemas.
           
Estas preguntas nos dirigen su llamado. En cierto modo, somos llamados por ellas y requeridos por la tarea de pensamiento que exigen. Pero la filosofía no se agota en el llamado que viene hacia nosotros desde ese fondo de interrogantes propios del individuo. La filosofía es posible allí donde correspondemos expresamente a la vocación de este llamado. De este modo, la filosofía supone siempre una disposición, un temple de ánimo peculiar en virtud del cual prestamos oídos y acogemos lo que nos reclama. Llega a filosofar quien se dispone y recibe las preguntas fundamentales como su más íntima pertenencia, y quien se confía desinteresadamente a la tarea de su resolución.

Esta disposición o temple de ánimo fundamental no es, sin embargo, el mismo en todos los filósofos. Los primeros hombres que filosofaron, llamados presocráticos, es decir, filósofos anteriores a Sócrates, lo hicieron movidos por la perplejidad y el asombro ante las cosas. Por su parte, Aristóteles, pone en la base de la filosofía la acción de un deseo de saber por el cual es propio del hombre huir de la ignorancia. Para Descartes, el ánimo que mueve al pensar es la duda ante lo que ordinariamente suponemos verdadero. En el mismo sentido que Aristóteles, Fichte, filósofo alemán, estima que el interés por la verdad es un impulso originario de nuestra razón.

En tiempos recientes, la angustia ha sido el ánimo dominante de ciertas corrientes filosóficas, principalmente del existencialismo. Esta, sin embargo, no debe confundirse con el temor ni con la desesperación, pues se la comprende, incluso, como una especie de serenidad por su carácter reflexivo y duradero. Se ve con claridad que, pese a que la disposición puede cambiar tanto en el caso de las distintas filosofías como de sus períodos históricos, toda filosofía presupone un ánimo determinado que funda y orienta sus preguntas conductoras.

Muchas personas sostienen que la filosofía es una disciplina solo para expertos, otros insisten en que es una pérdida de tiempo y que hay que aceptar las cosas tal y como son, e incluso hay personas que afirman que la filosofía es un pasatiempo de personas que han enloquecido. 

El rey sabio

Una vez en una lejana ciudad, un rey poderoso y sabio, gobernaba a sus súbditos. Y era temido por su poder, y amado por su sabiduría.
Ahora bien, en el centro de aquella ciudad, había un pozo de aguas frescas y cristalinas, del que bebían todos los habitantes, incluso el rey y sus cortesanos, pues no había otro pozo.
            Una noche, en tanto todo el mundo dormía, una hechicera se deslizó en la ciudad y vertió en el pozo siete gotas de un líquido extraño y dijo: “de hoy en adelante, quien beba de este pozo se volverá loco”.
            A la mañana siguiente, todos los habitantes, menos el rey y su gran chambelán, bebieron del agua del pozo y se volvieron locos, tal como la hechicera lo predijo.
            Y durante todo aquel día, los habitantes de la ciudad, tanto en las calles estrechas como en los mercados, no hacían sino murmurar y susurrar unos a otros: “El rey está loco, el rey y su chambelán perdieron la razón. Es natural no aceptar ser gobernados por un rey loco. !!!Debemos destronarlo¡¡¡”.
            Por la noche, el rey pidió que le llenaran una gran taza de oro con agua de aquel pozo. Cuando se la trajeron, él y su chambelán bebieron copiosamente.
            Al siguiente día, hubo en la ciudad un gran regocijo, porque el rey y su chambelán habían vuelto a recuperar la razón.

Hacer filosofía es ver el mundo como si fuera la primera vez que lo vemos.

Todos somos en cierto modo, filósofos, ya que contamos con una poderosa fuerza que es el asombro. Asombrarse significa dejar de ver sólo hasta los límites de nuestras necesidades y utilidades  prácticas y levantar la mirada más allá  de lo que todos los días se nos presenta como “normal o conocido”. La costumbre de ver y hacer las cosas todos los días, no nos permite ver lo maravilloso que es esto.

Haz observado día tras día que el sol se levanta por un costado del paisaje en que vives, te has dado cuenta que realizas cosas cotidianamente pero no profundizas en porqué o para qué las realizas. ¿te has puesto a pensar en lo que podría pasar si un día el sol dejase de salir? ¿Has pensado en el día en que el sol no se oculte?. Preguntas como estas nos permite dar cuenta de que el mundo está lleno de muchos misterios por resolver, y que al intentar resolverlos, necesitamos volver a ver el mundo como si fuese la primera vez, como cuando éramos pequeños y hasta las cosas que hoy consideramos triviales y sin importancia, en aquella etapa de nuestra vida nos sorprendían y nos llevaban por el inmenso mundo del conocimiento, del asombro y de la curiosidad. 

La filosofía al rescate del ser humano: Antropología
En nuestra cultura, la búsqueda de la buena vida, es decir, una vida rica en oportunidades para el desarrollo humano, se ha convertido en un ideal casi universal, pero su origen no es precisamente reciente. Durante casi toda la historia, las aspiraciones humanas no han ido más allá de la necesidad de conseguir alimentos, ropa y un techo, una situación en la que el concepto de «necesidad más elevada» era sencillamente inconcebible.

Hoy, gracias a las ventajas ofrecidas por la ciencia, la industria y la tecnología, los obstáculos materiales que antaño impedían la realización humana han sido superados y un número importante de personas empieza a tomar consciencia de una paradoja, una correlación inversa entre la prosperidad material y la satisfacción espiritual: el bienestar económico en sí mismo no supone una garantía de la satisfacción más plena buscada instintivamente. Puede que a corto plazo, una vida repleta de restaurantes de moda y ropa de diseño divierta y estimule, pero al final provoca una insatisfacción profunda y el ansia de algo más espiritual.

La modernidad se enfrenta a un desafío turbador y sin precedentes, que de algún modo consiste en seguir siendo una cultura de la abundancia y al mismo tiempo ocuparse de las necesidades de la vida interior. Sólo será posible alcanzar una vida que merezca ser vivida enfrentándose a este desafío incongruente de un modo exitoso, y qué mejor modo que viendo la vida de una manera filosófica.

A lo largo de los siglos, la mayoría de las discusiones sobre la cultura occidental se han centrado en los preceptos y las prácticas de la tradición judeocristiana. Durante más de dos mil años, cualquier consideración acerca de la vida espiritual caía dentro de la esfera privilegiada de la religión organizada. Pero el desarrollo del laicismo moderno en los siglos XVIII y XIX supuso comprometer la credibilidad del sendero religioso y causó un grave dilema para el mundo occidental moderno: los imperativos espirituales de la vida siguen exigiendo nuestra atención en una época en la cual los mecanismos tradicionales para enfrentarse a dichas necesidades se han vuelto cada vez más disfuncionales e ineficaces.

Un posible remedio para resolver esta situación reside en recurrir a una tradición sumamente distinta, una que no dependa de la fe sino que intente alcanzar una comprensión espiritual recorriendo otra ruta: la de la investigación racional. Dicho enfoque constituye el núcleo del legado del antiguo helenismo, el don que hombres como Sócrates, Platón, Aristóteles, Epicuro y otros otorgaron a la civilización occidental. A diferencia de la perspectiva centrada en el dios de los hebreos, los antiguos griegos convirtieron a la humanidad en el centro de su iniciativa cultural. Sófocles tipificó las actitudes griegas en ese sentido, al describir al hombre como la más «maravillosa» de las criaturas. Más que ninguna otra, la característica que distingue a la humanidad, la esencia que otorgó a nuestra especie su potencial único, era la capacidad racional del hombre que permitió que la humanidad viviera en armonía con el hecho de su existencia y que aseguró nuestra capacidad de alcanzar un código vital independiente del mandato divino. La razón puede proporcionar sus propios criterios espirituales que son únicos, incluso en ausencia de la mitra y el cáliz.
Gnoseología: el saber

Recógete, pues, en ti mismo tanto como puedas; busca a aquellos que puedan hacerte mejor, y recibe también a aquellos a quienes puedas mejorar. Esto es recíproco: los hombres aprenden más cuando enseñan. Sin embargo no te has de exhibir por todas partes para hacer gala de tu ingenio y dar lecciones públicas. Te lo permitiría si tus sentimientos estuvieran acordes con los del pueblo (…) ¿Para quién he aprendido esto? No temas haber perdido el trabajo; lo has aprendido para tiSéneca

Todos los días nos enfrentamos con el problema de saber si algo es cierto o no lo es. Solemos admitir que sabemos y conocemos sobre muchas cosas, pero no estamos seguros de que algo sea por entero verdadero. En una charla, conversación o discusión común, estamos acostumbrados a decir “creo que…” o “desde mi punto de vista…”. Pero independientemente de la opinión, la concepción personal la inseguridad o la creencia individual ¿hay algo por entero cierto o por entero falso?
La mayoría de las personas piensan que el conocimiento es subjetivo, es decir que depende de situaciones, concepciones, percepciones y demás elementos que impiden la existencia de una verdad o falsedad absoluta. Según esta forma de ver, una cosa sólo es verdad para quien la cree o la considera como tal pero para otra persona puede resultar siendo falsa. Existe entonces una muy difundida creencia de que no hay posibilidad de un conocimiento objetivo.

Sin embargo, ¿cómo justificar esta creencia? ¿Cómo sabemos que la verdad solo depende del cristal con el que se mire? ¿No es también, subjetiva esta opinión?

El subjetivista cree que el subjetivismo es cierto, pero no cree que sea solo un punto de vista, sino que cree que es objetivamente cierto. Hay aquí evidentemente una contradicción. Si para defender el subjetivismo hay que aceptar que existe un conocimiento objetivo, el subjetivismo es falso. Algo no es verdadero solo porque yo crea que es verdadero. La verdad no depende de las creencias.

Pero, si no depende de ellas, ¿de qué depende? ¿Cómo sabemos que estamos frente a un conocimiento objetivo? Esta es, por supuesto una pregunta que merece un tratamiento filosófico.
La parábola de la parábola
Hace mucho tiempo andaba la Verdad por las calles, en los pueblos, tratando de hablar con la gente, pero la gente no la quería, la despreciaban solamente por las ropas que llevaba. La Verdad andaba con harapos, sin lujos, sin pretensiones, tan simple, pura y sencilla como la Verdad.  La Verdad siempre trataba de acercarse a la gente, de entrar en sus hogares, pero siempre fue despreciada y humillada, pues nadie la quería por sus vestiduras harapientas.
Un día la Verdad andaba caminando y llorando, muy triste por todo esto, hasta que de repente se encuentra a alguien muy alegre, divertido, vestido con colores muy llamativos y elegantes y toda la gente la saludaba !!!.....Era la Parábola !!! ...Y  la Parábola ve a la Verdad y le dice:
"Verdad, ¿por qué lloras?"
La Verdad le responde: "La gente me desprecia y me humilla! Nadie me quiere ni me aceptan en sus casas!"
La Parábola le dice: "Claro, Verdad... Te entiendo; lo que pasa es que tienes que vestirte como yo, con colores y bien elegante....y verás el cambio".
Parábola le prestó uno de sus vestidos a Verdad y desde ese día, como un milagro, de repente, la Verdad que aceptada por la gente y era querida por todos...
Moraleja: 
Nadie acepta la Verdad desnuda. Todos la prefieren disfrazada con ropas de Parábola. 
Creencias sobre las creencias.

Los filósofos están profundamente interesados en los sistemas de creencias. Muchos de ellos, desde Platón hasta William James, se han fijado en la función que cumplen los sistemas de creencias –para bien o para mal– en nuestra vida cotidiana. Hobbes observó que el mundo humano está gobernado por la opinión. Las opiniones no son más que creencias prematuras sobre los asuntos que reclaman poderosamente nuestra atención inmediata. El examen filosófico de un sistema de creencias nos lleva a tratar de comprender no solo lo que las personas creen, sino también cómo han llegado a creer en lo que creen, qué razones tienen para creer en lo que creen, cómo afectan sus creencias a su modo de vida y hasta qué punto dichas creencias constituyen la fuente de su bienestar, trastorno o malestar.

Hay algo asombroso acerca de las creencias humanas y es que, con independencia de lo que llegues a creer acerca de algo, siempre cabe encontrar a alguien que crea lo contrario, o algo incompatible. Esto puede conducir a actos humanos que también resultan contradictorios o incompatibles.

Las personas deben ser libres de creer y rendir culto a sus ideas, costumbres y modos de vida a su manera, pero debe quedar claro que dicha libertad jamás debería llevar al derecho de hacer daño al prójimo por el solo hecho de vivir o querer hacerlo de otra manera. Se deben conocer muchas maneras de defender o atacar, reforzar o socavar cualquier creencia o sistema de creencias sin necesidad de llegar a los actos de hecho. Hay filósofos capaces de abogar por cualquier punto de vista, por más sagaz o absurdo que sea, sin embargo si las ideas y/o creencias que se manejan, hacen sentir malestar, y si además se carece de orientación filosófica para enfrentarse a dicho malestar de manera constructiva, es harto probable que exista una propensión a sufrir innecesariamente y puede ser que este malestar se extienda a los demás de forma destructiva y virulenta como si se tratase de una plaga mental.

Cómo se abrió el sendero

En el Jornalinho, de Portugal, se encuentra una historia que nos enseña mucho respecto a aquello que escogemos sin pensar o validar lo que otros creen o hacen:

Un día, un becerro tuvo que atravesar un bosque virgen para volver a su pastura. Siendo animal irracional, abrió un sendero tortuoso, lleno de curvas, subiendo y bajando colinas. Al día siguiente, un perro que pasaba por allí usó ese mismo sendero para atravesar el bosque. Después fue el turno de un carnero, líder de un rebaño, que, viendo el espacio ya abierto, hizo a sus compañeros seguir por allí.

Más tarde, los hombres comenzaron a usar ese sendero: entraban y salían, giraban a la derecha, a la izquierda, descendían, se desviaban de obstáculos, quejándose y maldiciendo, con toda razón. Pero no hacían nada para crear una nueva alternativa.

Después de tanto uso, el sendero acabó convertido en un amplio camino donde los pobres animales se cansaban bajo pesadas cargas, obligados a recorrer en tres horas una distancia que podría haber sido vencida en treinta minutos, si no hubieran seguido la vía abierta por el becerro.

Pasaron muchos años y el camino se convirtió en la calle principal de un poblado y, posteriormente, en la avenida principal de una ciudad. Todos se quejaban del tránsito, porque el trayecto era el peor posible.

Mientras tanto, el viejo y sabio bosque se reía, al ver que los hombres tienen la tendencia a seguir como ciegos el camino que ya está abierto, sin preguntarse nunca si aquélla es la mejor elección.

Muchas veces actuamos siguiendo ciegamente y sin reflexión aquello que otras personas, trátese de autoridades, líderes o gente del común, han realizado como producto de sus propias percepciones y/o intereses. Damos por sentado que el saber establecido es una autoridad sobre nosotros y no reparamos en actuar, pensar, ser y sentir en función de nuestras propias convicciones, intereses y aspiraciones.


El autodominio.

“Resístete a cualquier fuerza externa que pueda delimitar tus ideas y tus actos; no te dejes engañar creyendo sólo lo que consideras útil y conveniente; una libertad completa requiere una lucha interior, una batalla para dominar las fuerzas psicológicas y espirituales negativas que impiden una existencia sana; el autodominio exige una sinceridad implacable”.

Uno de los vínculos más concretos entre la época antigua y la moderna es la idea de que la libertad personal es un estado sumamente deseable y una de las grandes bendiciones de la vida. Hoy en día, se tiende a asociar la libertad sobre todo con la libertad ética. Por tanto, la libertad a menudo es percibida como una recompensa de la lucha interna, y medida en cuanto a la capacidad de ejercer «derechos» individuales.

Sin embargo, puede que los individuos que gozan de una protección completa en un sistema de derechos políticos y disfrutan de inmunidad frente a la opresión exterior, no dispongan de una protección total frente a fuerzas psicológicas y espirituales negativas. Las constituciones y las leyes democráticas  administran la libertad de los ciudadanos y los protegen de la opresión, pero su alcance no basta para asegurar la libertad más global implícita en el concepto de «autodominio». Los antiguos afirmaban que la obtención de la verdadera libertad suponía una doble batalla: en primer lugar; una batalla exterior contra cualquier fuerza extraña que pudiera delimitar el pensamiento y la acción. En segundo lugar, una batalla interior, una lucha contra las fuerzas psicológicas y espirituales que impiden una  independencia sana. La antigua sabiduría comprendía claramente que la humanidad tiene una capacidad infinita de auto engañó, de buscar lo útil y conveniente a costa de la verdad y la realidad, todo ello con consecuencias desastrosas. Los inversores individuales a menudo se engañan a sí mismos aferrándose a acciones de dudoso valor, y creen en lo que quieren creer. Suelen acabar echándole la culpa a los analistas y corredores de bolsa cuando en realidad son ellos quienes tomaron la decisión de comprar las acciones en primer lugar. Los estudiantes también se engañan a sí mismos y se convencen de que pueden aprobar un curso sin estudiar, y acaban por culpar a los profesores por su fracaso final. Los pacientes también se engañan a sí mismos creyendo que pueden curarse mediante «remedios alternativos» que no suponen la vida restrictiva de los métodos convencionales.

El autodominio no es un don divino recibido al nacer sino una lucha cotidiana, una guerra interior, un combate entre elementos racionales e irracionales, que es mucho más difícil e intimidatorio que cualquier lucha contra adversarios externos. Ganar dicha guerra requiere una sinceridad implacable y la capacidad de evaluar de un modo crítico las opciones, los valores y el estilo de vida que elegimos; exige que dejemos de culpar a los demás de nuestros defectos o de perder el tiempo ideando excusas.

En el proceso que supone reconstruirse, quienes se dominan a sí mismos proceden sin piedad ni indulgencia: evalúan sus defectos con sinceridad, sobre todo los malos hábitos que minan su bienestar. Y lo más importante: el autodominio requiere saber quiénes somos y una imagen de uno mismo precisa e inequívoca que alimente, informe y actualice cuanto hacemos. El autodominio requiere una orientación interior y una autodeterminación conforme a las normas y los principios que se alcanzan a través del crisol que supone el auto examen crítico.

Las personas que se dominan a sí mismas son seguras sin ser autosuficientes, confiadas sin ser vanidosas u orgullosas. Resumiendo, el individuo que se domina a sí mismo representa la personalidad integrada, una persona que funciona al más alto nivel y a la que se considera «libre», porque la libertad más elevada supone un autoconocimiento que rechace las apariencias y los falsos sentidos de saber.

Las clases de saber

Constituye una gran y difícil empresa tratar de reconocer qué es el saber y hasta qué punto se puede llegar a conocer todo cuanto existe en el contexto en el que nos desenvolvemos, sin embargo baste decir que existen algunas formas de saber claramente reconocidas cada una de las cuales posee una importancia gradual de acuerdo al cómo, cuándo, para qué y por qué hacemos uso de cada una de ellas:

El saber para la vida:
En el marco de la gnoseología, todo lo que el ser humano ha aprendido, surge como resultado de una necesidad para comprender el mundo, saber utilizar los elementos que en él se encuentran y de una u otra manera, cubrir nuestra necesidad de curiosidad. El saber tiene que ver con las actitudes propias de hombre, con su pensar y obrar; no es un tipo de conocimiento dirigido a producir una obra en particular o a conseguir un fin. La vida implica tener un buen juicio, una justa medida para todas las cosas y un obrar oportunamente. Esto es algo que todas las personas buscan, y con lo cual casi siempre están insatisfechas, ya que la naturaleza humana parece ser impredecible y difícil de comprender.

El saber productivo:
Referido a aquel tipo de conocimientos dirigidos a la producción de una obra específica. Este tiene su origen en la experiencia e implica un mayor grado de complejidad en tanto que la observación y elaboración de un producto implica avanzar más allá de lo que simplemente hacemos. En el ámbito productivo hay quienes conocen su oficio por experiencia y hay otros que estudian los principios generales que llevan a la producción. Este tipo de saber con conocimiento de causa se le llama técnico, palabra que en nuestros días ha adquirido una connotación importante en tanto que la productividad constituye el eje central sobre el que giran las relaciones sociales cotidianas.

El saber cotidiano:
Si observamos lo que hacemos a lo largo del día podemos dar cuenta de lo que hemos aprendido desde que éramos pequeños, como aquellas cosas que quedaron registradas desde entonces y que ahora parecen “normales”. Aún ahora aprendemos cosas nuevas que pronto las convertiremos en un hábito automático. Pero no solo se trata de saberes que podemos poner en práctica, sino de conocimientos que tenemos  sobre muchos temas que no implican acción alguna.

El saber teórico:
La palabra theorein en la tradición de la Grecia antigua, también era entendida como levantarse del suelo y contemplar desde lo alto. Ver desde arriba permite tener una visión completa de las cosas y de las relaciones entre sí, tal como sucede al contemplar los elementos de un paisaje desde la cima de una montaña. Hacer teoría es elevarse desde lo diverso de la experiencia particular hasta lograr una unidad abstracta.

El saber filosófico:
El término saber desde el punto de vista filosófico está relacionado con el término sabor (la acción de probar las cosas y descubrir a qué saben) en sentido más amplio, el saber es un contacto con la realidad con el único fin de distinguirla y entenderla: hacer consciente lo que se sabe, sistematizar lo sabido, poder dar razón de ello ante los demás, ser capaz de preguntarse por lo que uno sabe con actitud crítica. El ser humano dispone de dos fuentes de saber: va más allá de los sentidos y muestra la esencia (la verdad de las cosas desde el entendimiento) razón; además proporciona la experiencia básica de las cosas (muestra la realidad a través de los sentidos) sensibilidad. De allí el significado del término filosofía: “Amor a la sabiduría”



Aprender a pensar y a actuar: Lógica
Concepto general y clasificación.

La denominación de la lógica está directamente relacionada con la palabra griega logos, cuyo significado en griego antiguo es equivalente a “pensamiento” ó “razón”, pero también “palabra” ó “conocimiento”. En definitiva, se trata del estudio de la forma en que funciona la facultad humana de pensar y razonar. Puede también definirse como el conjunto de conocimientos que tienen por objeto la enunciación de las leyes que rigen los procesos del pensamiento humano así como de los métodos que han de aplicarse al razonamiento y la reflexión para lograr un sistema de raciocinio que conduzca a resultados que puedan considerarse como certeros ó verdaderos.
Debe distinguirse entre la lógica formal y la lógica material.
·         La lógica formal también llamada lógica pura que es la lógica propiamente dicha es precisamente la “ciencia” (en cuanto a conocimiento) que determina cuáles son las formas correctas y válidas de los raciocinios; pero lo hace considerándolos en sí mismos y con prescindencia de los contenidos concretos de los razonamientos, es decir, considerando esos contenidos como entes lógicos abstractos, de tal manera que las leyes a aplicar tengan validez para cualquier contenido concreto. Por ejemplo: Todo postulado que parta del Teorema de Pitágoras tiene que tener como base lógica y comprobada que: A2 + B2 = C2. Esto quiere decir, que el raciocinio parte de ciertos conocimientos establecidos (llamados premisas), que conduce a adquirir un conocimiento nuevo (contenido en la conclusión) sin que para ello haya que recurrir a nuevas constataciones u observaciones sensibles distintas ó adicionales a las ya contenidas en las premisas. Por lo tanto, la verdad a que conduce la lógica formal, es una verdad formal, que será verdad en tanto sea verdad el contenido de las premisas e indicará solamente que existe una congruencia de ese raciocinio, consigo mismo. Si en un razonamiento existe falsedad en las premisas, la conclusión es falsa y, viceversa. Pero en cualquiera de los casos, será correcto ó válido como razonamiento.

·         La lógica material también llamada lógica aplicada es aquella en que un proceso de raciocinio o de pensamiento se analiza en consideración al contenido real de sus premisas, y por lo tanto, debe conducir a una verdad material, ó sea, una conclusión que sea concordante con la realidad. Por ejemplo: La fórmula H20 es la concreción de un resultado real que todos palpamos y conocemos: el agua, ya que con dos moléculas de hidrógeno y una de oxigeno obtenemos el origen del preciado líquido.
Sin embargo, hay hechos reales que se manejan con normas y pensamientos pre-establecidos por el hombre en sus leyes sociales y civiles como el Derecho donde los escenarios no son todo el tiempo iguales, pues varían de acuerdo a las circunstancias y los acontecimientos acaecidos. De tal manera, las leyes de la lógica formal solamente resultarán aplicables con alcance estricto en el campo de las ciencias puramente exactas y abstractas, tales como las matemáticas, la propia lógica, la mecánica, etc. Así pues, aquellas disciplinas exclusivamente normativas y abstractas tales como el derecho, la sociología, la psicología, la economía, la administración corresponderán a la lógica no formal, pero que podrán tener efectos y consecuencias materiales relevantes para cualquier sociedad actual, con variables que estarán compuestas de premisas formales ó no formales del pensamiento universal del hombre desde el principio de los tiempos.
El florero de porcelana
 
El Gran Maestro y el Guardián se dividían la administración de un monasterio Zen. Cierto día, el Guardián murió, y fue preciso sustituirlo. El Gran Maestro reunió a todos los discípulos para escoger quién tendría la honra de trabajar directamente a su lado.- Voy a presentarles un problema -dijo el Gran Maestro- y aquél que lo resuelva primero, será el nuevo guardián del Templo.
Terminado su corto discurso, colocó un banquito en el centro de la sala. Encima estaba un florero de porcelana carísimo, con una rosa roja que lo decoraba.
- Éste es el problema -dice el Gran Maestro -resuélvanlo-.
Los discípulos contemplaron perplejos el "problema", por lo que veían los diseños sofisticados y raros de la porcelana, la frescura y la elegancia de la flor. ¿Qué representaba aquello? ¿Qué hacer? ¿Cuál sería el enigma?. Pasó el tiempo sin que nadie atinase a hacer nada salvo contemplar el "problema", hasta que uno de los discípulos se levantó, miró al maestro y a los alumnos, caminó resolutamente hasta el florero y lo tiró al suelo, destruyéndolo.
- ¡¡¡ Al fin alguien que lo hizo!!! - exclamó el Gran Maestro- Empezaba a dudar de la formación que les hemos dado en todos estos años. Usted es el nuevo guardián.
Al volver a su lugar el alumno, el Gran Maestro explicó:
- Yo fui bien claro: dije que ustedes estaban delante de un "problema". No importa cuán bello y fascinante sea un problema, tiene que ser eliminado.

Un problema es un problema; puede ser un florero de porcelana muy caro, un lindo amor que ya no tiene sentido, un camino que precisa ser abandonado, por más que insistimos en recorrerlo porque nos trae comodidad... "Solo existe una manera de lidiar con un problema": atacándolo de frente. En estas horas, no se puede tener piedad, ni ser tentado por el lado fascinante que cualquier conflicto acarrea consigo. Recuerda que un problema, es un problema. No tiene caso tratar de "acomodarlo" y darle vueltas, si al fin y al cabo ya no es  otra cosa más que "UN PROBLEMA". Déjalo, hazlo a un lado y continúa tu misión. No huyas de él... No lo escondas… ¡Acaba con él o él te acabará!

La lógica de la vida.

“Libérate por completo del deseo, porque si deseas algunas de las cosas que no controlas, seguro que serás desgraciado... Por lo tanto, quienes quieren ser libres no han de desear nada ni evitar nada que esté bajo el control de los demás, de lo contrario serán unos esclavos... Nunca digas «lo he perdido» acerca de nada, sino «lo he devuelto»... No son las cosas en sí mismas las que perturban a las personas sino su juicio sobre éstas. Sólo has de preocuparte por las cosas que controlas, aquellas que puedes modificar a través de tus actos, no por las que no puedes dirigir ni cambiar”.

En el universo opera un orden racional que refleja una providencia benigna que asegura que el resultado de las cosas sea el correcto. Algunos filósofos no se limitaban a recetar la «fe» como un principio filosófico abstracto; ofrecían estrategias concretas basadas en la disciplina intelectual y espiritual. La clave para enfrentarse a las dificultades y la discordia que importunan la vida de todo el mundo consiste en cultivar cierta actitud frente a las adversidades, basada en la distinción crítica entre las cosas que podemos controlar y las que están más allá de nuestra capacidad de control. 

En otras palabras, aunque no podamos controlar todos los resultados que pretendemos obtener en la vida, sí podemos controlar nuestra reacción frente a dichos resultados. En ello reside nuestro potencial para vivir una vida tan feliz como satisfactoria.

Por desgracia, nadie dispone de una energía ilimitada. Preocuparse por las cosas que no están bajo nuestro control supone una pérdida de tiempo y es destructivo, consume nuestra energía y tiende a prolongar y exacerbar nuestro infortunio. Comprender esta sencilla premisa y poseer la sabiduría, la voluntad y la disciplina necesarias para centrarnos en aquello que podemos controlar, y evitar lo que está más allá de nuestro control, es la base para encauzar nuestras energías de manera eficaz y efectiva, y para vivir en armonía y paz con nosotros mismos y nuestro entorno.

En una sociedad libre, una de las cosas que podemos controlar es el rumbo de nuestra vida social, la opción entre aquello a lo cual nos dedicaremos y las cosas que descartaremos: una carrera, una empresa, una formación o una familia. Otro de los factores bajo nuestro control son las personas con las que elegimos relacionarnos: nuestras parejas, amigos, socios, etc., como también los lugares donde queremos vivir y trabajar, nuestras diversiones, la ropa que vestimos y el deseo de lo que nos gustaría poseer.

Una de las cosas que no controlamos porque está bajo el control de la naturaleza es el envejecimiento, el pasar a través de las diferentes etapas de la vida, el cambio en nuestro aspecto físico y en nuestra actitud mental. Algunos envejecen más rápidamente y otros con mayor lentitud, pero todos envejecemos a medida que transcurren los años. ¡No existen excepciones a esta regla! Otra cosa que no controlamos es la muerte, el acto final de nuestra existencia. Algunos morirán a una edad temprana debido a accidentes o enfermedades, mientras que otros morirán a una edad avanzada por causas naturales, pero todos moriremos algún día. ¡Tampoco hay excepciones a esta regla! Al final, la naturaleza recupera lo que nos ha dado. Eso significa que en realidad no perdemos la vida sino que le devolvemos a la naturaleza lo que ésta nos ha dado. Una tercera cosa que tampoco controlamos es la conducta de quienes nos rodean, la de nuestra pareja, nuestros hijos, amigos, socios, compañeros de trabajo y supervisores. Una cuarta cosa que no controlamos es el pasado, aquello que ya ha ocurrido, tanto lo agradable como lo desagradable, porque es irrecuperable e inalterable.

Comprender aquello que afecta nuestra vida, separar lo que está bajo nuestro control de lo que no lo está, centrarnos únicamente en los problemas que podemos resolver, no resulta fácil, requiere sabiduría, voluntad, determinación y disciplina. Requiere sabiduría comprender los límites que nos impone la naturaleza, las diversas etapas que nos presenta y también comprender que no podemos cambiar a las personas y las instituciones que no están bajo nuestro control. Requiere voluntad y determinación aceptar las consecuencias negativas de aquello que no controlamos, las consecuencias agradables y desagradables de envejecer, las ideas desagradables relacionadas con nuestra muerte o la de nuestros seres queridos, los efectos adversos de la conducta de los demás y la adversidad de las cosas ocurridas en el pasado. Requiere disciplina aprender a desplazar nuestra energía de aquello que no controlamos y dedicarla a lo que podemos controlar. Requiere disciplina no dejarse arrastrar por las consecuencias desagradables originadas por dedicarnos a aquello que no podemos controlar.

En algunos casos, las personas son lo bastante afortunadas para ser capaces de diferenciar entre lo que pueden controlar y lo que no, y gracias a ello pueden separar un grupo del otro y centrarse exclusivamente en las cosas que pueden controlar. Se levantan por la mañana y se plantean una sencilla pregunta frente a todos los problemas a los cuales se enfrentan: ¿Soy capaz de resolver este problema? De lo contrario, reflexionaré sobre el siguiente, y el que le sigue a ése hasta que logre aislar los problemas que puedo resolver.

Por ejemplo: podemos contemplarnos en el espejo y comprobar que nos estamos quedando calvos o que nuestro cabelló se está volviendo blanco y plantearnos la siguiente pregunta: ¿Puedo hacer algo al respecto? Quizá un trasplante o un tinte sean una solución temporal al problema, pero en absoluto permanente. En ambos casos, el hecho de que el pelo se vuelva más ralo o cano forma parte del proceso de envejecimiento, y quien lo controla es la naturaleza, no nosotros, y por tanto no hemos de preocuparnos. Ahora pasemos al problema siguiente. Estoy disconforme con mi empleo. ¿Puedo cambiarlo? ¿Está bajo mi control el hacerlo? En caso de que sea así, esbozaré los pasos que he de dar para conseguir otro. Si no fuera así, mi situación actual me impide cambiar de empleo así que preocuparme no resulta útil. Ahora pasemos a la siguiente cuestión. En algunos casos, las personas son menos afortunadas.
Creemos -o queremos creer- que podemos controlarlo todo y que podemos cambiar las cosas en el sentido deseado. Algunos de nosotros creemos -o queremos creer- que la vida es eterna. Nos dedicamos a acumular bienes, inmuebles, dinero, pinturas, cosas cuyo valor aumentará con el paso del tiempo y que nos proporcionarán una vida mejor en el futuro. Otros creen que la vejez y la muerte sólo son el primer acto de nuestra existencia, al que le seguirá una vida diferente descrita en algunos textos religiosos. El resultado es que renuncian a consumir aquello que les da placer en el presente, a cambio de aquello que quizá les proporcione placer en el futuro.

A lo mejor creemos que podemos modificar la conducta de nuestra pareja o nuestros hijos. Esperamos de ellos cosas que no pueden proporcionarnos, y entonces los señalamos con el dedo y les echamos la culpa por las cosas que nos han salido mal, nos peleamos con ellos y malgastamos nuestra energía en tratar de controlar aquello que no está bajo nuestro control. Otras personas centran su energía mental en el pasado, en aquello que ya ha ocurrido y en las condiciones agradables o adversas que ha provocado. Intentan regresar al pasado y borrar las experiencias negativas o revivir aquellas que tuvieron un efecto positivo en ellas. Y así se ven esclavizadas por las cosas que no controlan y hacen caso omiso de las que sí. Al vivir en el pasado, dejan de vivir en el presente porque disponen de escasa o ninguna energía para dedicarla a aquello que está disponible y que podría mejorar su vida.

En resumen, nadie puede proporcionar panaceas para las tensiones emocionales y los traumas que la vida nos inflige de un modo inevitable. Sin embargo, los antiguos estoicos proporcionaron un enfoque racional para enfrentarse a dichas adversidades. Demostraron con éxito que, en gran medida, somos los autores de nuestras propias desgracias. Al detenernos en lo irrecuperable, no sólo nos aseguramos muchas noches de insomnio, sino que también derrochamos una energía preciosa que podríamos aprovechar para resolver lo que sí tiene remedio. Y tal vez lo más importante sea que nos negamos a nosotros mismos esa sensación de paz espiritual y bienestar que constituye una de las mayores bendiciones de esta vida. Los que lloran por la leche derramada están condenados a pasar la vida limpiando. La opción racional supone desprendernos de aquello sobre lo que no podemos influir y tomar las medidas que nos permiten vivir una vida fructífera.


Somos una parte muy importante del universo: Cosmología


Cuando soñamos, solemos experimentar muchas cosas como si las estuviéramos experimentando en realidad. En algunas ocasiones ocurre que no sabemos si estamos despiertos o se trata simplemente de un sueño, pues la intensidad de lo que estamos viviendo es la misma. Por ello, podemos preguntarnos: ¿todo lo que estoy viviendo en este momento es real o simplemente es producto de mi mente?. Esta inquietud lleva a otra todavía más profunda: ¿qué es lo real? Muchos afirman que lo real es lo que vivimos, lo que la ciencia puede comprobar. Son reales la materia y la energía, los protones y electrones, pero, ¿alguien los ha visto alguna vez? ¿Por qué habremos de considerar que ellos corresponden a lo real? ¿Qué puede esconderse a nuestros sentidos? De estas y otras preguntas se desprende un problema filosófico que es menester resolverse.

Llamamos real a las cosas que nos impactan y sacuden. Si algo nos produce dolor o miedo nos genera una impresión inolvidable y pensamos que es real. Si  está lejos o lo olvidamos, deja de estar presente para nosotros y solo pensamos en ello como posiblemente real, pero no estamos seguros de que lo  es. Si no vivimos en la luna y probablemente nunca iremos allí, no lo incluimos dentro de lo que llamamos nuestra realidad. La realidad de la ciencia ni siquiera es completa, pues para nosotros lo real son las personas, las cosas que podemos percibir con los sentidos, no las moléculas o aquello que escapa a nuestra capacidad de sensorial. Nuestra idea de lo real es producto de nuestros hábitos y de nuestras costumbres.

Todo en el universo está sujeto al cambio.

Cuando avistamos la naturaleza descubrimos con facilidad que todas las cosas – incluyéndonos – están sujetas a transformaciones. En general, todo lo que comienza, termina en algún momento ya sea que hablemos de un ser vivo, de una roca, de algo terrestre o algo extraterrestre; todo tiene un nacimiento y una muerte o finalización.

Los antiguos filósofos griegos, cuando contemplaban la naturaleza, decían que las cosas se generan y se corrompen, y a todo el conjunto de transformaciones y cambios le llamaban metabolé, palabra que se traduce como cambio, pero, ¿por qué se dan los cambios permanentemente?. Los primeros pensadores concluyeron que a pesar de los cabios continuos, la naturaleza tiene un orden, ya que en todos los procesos naturales existe una cierta regularidad. Por ello procuraron encontrarle una explicación racional a ese orden al que los filósofos antiguos le llamaron Kosmos;

Los filósofos antiguos, además se enfrentaron a otro problema: ¿si el movimiento –y por lo tanto el cambio– es continuo, entonces nada permanece?. Si nada permanece, eso puede significar que todas las cosas comienzan a partir de la nada y que cuando se destruyen dejan de ser absolutamente. Pero, si todo surge de la nada y vuelve a la nada, podemos sospechar que en última instancia nada es real.
Esto también pasará

Hubo una vez, hace mucho tiempo, en un lugar muy lejano, un rey que dijo a los sabios de su corte:

      !!Me estoy fabricando un precioso anillo¡¡ He conseguido uno de los mejores diamantes posibles, quiero guardar oculto dentro del anillo algún mensaje que pueda ayudarme en momentos de desesperación total, y que ayude a mis herederos para siempre.

Todos quienes escucharon eran sabios, grandes eruditos; podían haber escrito grandes tratados, pero darle un mensaje de no más de dos o tres palabras que le pudieran ayudar en momentos de desesperación total...
Pensaron; buscaron en sus libros pero no podían encontrar nada; consultaron a reconocidos filósofos de la época, visitaron brujos y gitanos en busca de la preciada misión del rey, pero todo fue en vano.

El rey tenía un anciano sirviente que también había sido sirviente de su padre. La madre del rey murió pronto  y este sirviente cuidó de él, por lo tanto lo trataban como si fuera de la familia. Había un mutuo cariño del uno hacia el otro y para las decisiones de mayor trascendencia en el reino la palabra de aquel viejo servía como apoyo al rey. El rey sentía un inmenso respeto por el anciano, de modo que también le consultó. Y este le dijo:

No soy un sabio, ni un erudito, ni académico, pero conozco el mensaje. Durante mi larga vida  en el palacio me he encontrado con todo tipo de gente, y en una ocasión me encontré con un místico. Era un invitado de tu padre y yo estuve a su servicio. Cuando se marchó, como gesto de agradecimiento me dio este mensaje –el anciano lo escribió en el papel, lo dobló y se lo dio al rey.

      !!Pero no lo leas¡¡ –le dijo– ¡¡ mantenlo escondido en el anillo¡¡.ábrelo solo cuando todos los demás hayan fracasado, cuando no encuentres salida a la situación.

Ese momento no tardó en llegar. El país fue invadido y el rey perdió su reino. Estaba huyendo en su caballo para salvar su vida mientras sus enemigos lo perseguían. Estaba solo y los perseguidores eran numerosos.

Llegó a un lugar donde el camino se acababa, no había salida. En frente había un precipicio y un profundo valle donde caer por él sería el fin. Y no podía volver porque el enemigo le cerraba el camino. Ya podía escuchar el trotar de los caballos. No podía seguir hacia delante y no había otro camino. De repente se acordó del anillo. Lo abrió, sacó el papel y allí encontró un mensaje tremendamente valioso. Simplemente decía: ESTO TAMBIÉN PASARÁ

Mientras leía, sintió que se cernía sobre él un gran silencio. Los enemigos que le perseguían debían haberse perdido en el bosque, o debían haberse equivocado de camino, pero lo que es cierto es que poco a poco se dejó de sentir el trote de los caballos. El rey se sentía profundamente agradecido  por el mensaje del anciano y del místico desconocido. Aquellas palabras habían resultado milagrosas. Dobló el papel, volvió a ponerlo en el anillo.

Tiempo después reunió a sus ejércitos y reconquistó el reino. Y el día en que entraba de nuevo victorioso en la capital hubo una gran celebración con música y bailes... y él se sentía muy orgulloso de sí mismo. Y el anciano que estaba al lado de su carruaje y le dijo:

      Este momento también es adecuado: ¡¡¡vuelve a mirar el mensaje¡¡¡
      ¿Qué quieres decir? Preguntó el rey. Ahora estoy victorioso, la gente celebra mi vuelta, no estoy desesperado, no me encuentro en una situación sin salida.
      !!Escucha¡¡ –dijo el anciano– Este mensaje no es solo para situaciones desesperadas, también lo es para situaciones placenteras” “No es solo para cuando estas derrotado; lo es también para cuando estés victorioso”

El rey abrió el anillo y leyó nuevamente el mensaje: ESTO TAMBIÉN PASARÁ. Y nuevamente sintió la misma paz, el mismo silencio en medio de la muchedumbre que celebraba y bailaba, pero el orgullo y el ego, habían desaparecido. El rey pudo terminar de comprender el mensaje. Se había iluminado. Entonces el anciano le dijo: “Recuerda que en la vida todo pasa

Ninguna cosa, ninguna emoción son permanentes. Como el día y la noche, hay momentos de alegría y momentos de tristeza. Acéptalos como parte de la dualidad de la naturaleza misma de las cosas...Así como de un momento a otro llegan los buenos momentos, de esa misma manera se presentan la tristeza, la desolación, la incertidumbre, y es de verdaderos sabios el saber manejar las situaciones, conducirlas por el mejor camino, sin permitir que en ningún momento la desesperación tome riendas de tus actos y pensamientos. Si en los momentos extremos de tu vida tienes en cuenta que “ESTO TAMBIEN PASARA” seguramente tendrás los pies en la tierra y no te dejarás llevar por la desesperación, porque ella se muestra de diferentes formas y no diferencia entre la alegría y la tristeza.

Con ejemplos tan claros como los poderosos gobernantes que estiman su supremacía por encima de cualquier ser humano, son prisioneros de su desesperación por alcanzar y demostrar cada vez más su banal grandeza; o las duras pruebas que recaen en un ser humilde, quien al percibir una recaída a su situación moral, física o económica, asume y predispone su actitud mental a una desesperación nociva que al igual que en el primer caso serán la consecuencia de una errada situación.
Las leyes de la naturaleza.

El cosmos está formado por un sin número de elementos sujetos a determinados procesos. Las ciencias han descubierto un conjunto de leyes que rigen la naturaleza y que se cumplen sin excepción de condiciones determinadas. Una de ellas es la gravedad, en virtud de la cual existe una fuerza de atracción de los cuerpos que es proporcional a su masa. Pero, ¿existen leyes que rigen al ser humano?. Si es verdad que todo cambia, ¿existe un pasado, un presente y un futuro?. Tratemos de resolver esta interrogante

El tiempo es una constante, las cosas son variables.

El  último problema que queremos plantear en el desarrollo de este tema tiene que ver con la existencia del presente, el pasado y el futuro. Veamos de qué se trata. Si por ejemplo, nos desplazamos en un automóvil por una carretera y observamos el paisaje, veremos que aparentemente sólo existe a nuestros ojos el sitio exacto por el cual estamos pasando. No obstante, no tendemos a pensar que dejaron de existir los sitios por los que ya pasamos.

Por el contrario, si cualquiera nos dijese que lo anterior ya no existe, le diríamos que se encuentra en un error, puesto que simplemente quedó atrás en el camino. Ahora bien, la teoría que actualmente explica nuestro universo nos dice que el tiempo, al igual que el espacio, no es más que una dimensión. Y el hecho de que sólo percibamos el instante presente, no significa que el instante anterior o el siguiente dejen de existir; sólo que se encuentran más adelante o más atrás en la carretera del tiempo.

Si cambiásemos nuestro carro por un helicóptero, desde la altura podríamos ver que adelante del árbol siguen existiendo las cosas. De la misma manera, ya que el tiempo es otra dimensión, al elevarnos sobre el tiempo veríamos que el futuro no es sino un punto adelante en la carretera del tiempo y que existe de la misma manera que el presente. No se trata de algo que va a ocurrir, sino de algo que ya existe y que, simplemente, no podemos ver por las deficiencias de nuestros instrumentos de observación.

El tiempo lo es todo, al menos de momento.

¿Qué sabemos del tiempo?. Nadie lo sabe con exactitud. Pero sí sabemos, por ejemplo, que parece acelerarse a medida que nos hacemos mayores. También sabemos que las cosas de este mundo, y del universo que las contiene, existen en el espacio–tiempo y de alguna manera lo definen, pero que nosotros, como seres corporales, estamos atrapados en él. La vida en sí misma, sea producto de la creación o de un accidente químico, es un fenómeno improbable, pero aquí está de todas maneras, y mientras sigamos con vida la experimentaremos en gran parte gracias al espacio–tiempo.

Pero nuestras experiencias del espacio y del tiempo son muy distintas, pues la idea de cuánto espacio es necesario para el ser humano es algo muy relativo. Si uno se queda sin espacio, siempre puede intentar obtener algo más. El tiempo es algo totalmente distinto. Cuando uno se ha quedado sin tiempo, se acabó todo. Uno  puede intentar prolongar el tiempo que tiene, pero parece que también hay muchas maneras de acortarlo. Es posible utilizar el tiempo para ganar más dinero, pero el dinero no se puede utilizar para ganar más tiempo. Por ello el tiempo es nuestra posesión más valiosa, y cómo decidamos utilizar nuestro tiempo es la decisión más importante que podemos tomar
Eres pieza fundamental del mundo humano: sociología

Si observamos atentamente las cosas que realizamos en nuestro día a día, podemos darnos cuenta que nuestras actividades siempre o casi siempre están referidas a los demás. Nuestras relaciones con las demás personas son de diversa índole: afectivas, familiares, fraternales, profesionales u ocasionales. Todo lo que hacemos, aunque nos parezca muy personal, lo hacemos en función de otras personas, por ejemplo, cuando escogemos la ropa que hemos de vestir, cuando nos arreglamos, lo hacemos pensando en que los demás se sientan bien y nos vean bien. Estas y muchas otras acciones nos indican claramente que los seres humanos somos seres sociales por naturaleza.

Nuestro desarrollo integral se logra en la sociedad.

Los seres humanos nacemos capacitados para desarrollar una serie de facultades o potencialidades en el transcurso de nuestras vidas. Este potencial de energías está conformado por la capacidad de pensar, de amar, de decidir, de relacionarnos con Dios y con las personas. El desarrollo equilibrado de estas capacidades es lo que constituye el desarrollo integral del ser humano. La sociedad favorece el desarrollo integral en tres campos: Biológico, psicológico e intelectual, además, el ser individual y meramente biológico se transforma en ser social por medio del aprendizaje y de la transmisión de cultura aprendida de los demás, proceso que se da en dos fases: socialización primaria, que es el aprendizaje de roles o papeles específicos que se realizan durante la niñez en el seno familiar, y la socialización secundaria, que es el aprendizaje de los elementos de la cultura del grupo o estructura social al que pertenece.

Responsabilidad social.

Si somos seres sociales por naturaleza, significa que todo cuando realicemos de manera individual o aquello que nos abstengamos de hacer, afecta de manera directa o indirecta a los demás. Se llama responsabilidad social a la carga, compromiso u obligación que los miembros de una sociedad -ya sea como individuos o como miembros de algún grupo- tienen tanto entre sí como para la sociedad en su conjunto. El concepto introduce una valoración -positiva o negativa- al impacto que una decisión tiene en la sociedad. Esa valorización puede ser tanto ética como legal. Generalmente se considera que la responsabilidad social se diferencia de la responsabilidad política porque no se limita a la valoración del ejercicio del poder a través de una autoridad estatal. La responsabilidad social viene a ser un compromiso u obligación que los miembros de una sociedad, ya sea como individuos o como miembros de subgrupos, tienen con la sociedad en su conjunto; compromiso que implica la consideración del impacto, positivo o negativo, de una decisión.
“La responsabilidad social es la teoría ética o ideológica que una entidad ya sea un gobierno, corporación, organización o individuo tiene una responsabilidad hacia la sociedad. Esta responsabilidad puede ser “negativa”, significando que hay responsabilidad de abstenerse de actuar (actitud de “abstención”) o puede ser “positiva”, significando que hay una responsabilidad de actuar. (Actitud proactiva[)]
El ratón y la ratonera

Un ratón, mirando por un agujero en la pared ve a un granjero y su esposa abriendo un paquete. Pensó, luego, qué tipo de comida podía haber allí…Quedó aterrorizado cuando descubrió que era una ratonera (Trampa para Ratones). Fue corriendo al patio de la Granja a advertir a todos:
      Hay una ratonera en la casa, una ratonera en la casa!"
La gallina, que estaba cacareando y escarbando, levanto la cabeza y dijo:"
      Discúlpeme Sr. Ratón, yo entiendo que es un gran problema para usted, más no me perjudica en nada, no me incomoda."
El ratón fue hasta el cordero y le dice:
      "Hay una ratonera en la casa, una ratonera!" ...
      "Discúlpeme Sr. Ratón, mas no hay nada que yo pueda hacer, solamente pedir por usted. Quédese tranquilo que será recordado en mis oraciones."
El ratón se dirigió entonces a la vaca..., y la vaca le dijo
      "Pero acaso, estoy en peligro? Pienso que no" dijo la vaca.
Entonces el ratón volvió a la casa, preocupado y abatido, para encarar a la ratonera del granjero. Aquella noche se oyó un gran barullo, como el de una ratonera atrapando su víctima. La mujer del granjero corrió para ver lo que había atrapado. En la oscuridad, ella no vio que la ratonera atrapó la cola de una cobra venenosa. La cobra picó a la mujer. El granjero la llevó inmediatamente al hospital. Ella volvió con fiebre. Todo el mundo sabe que para alimentar alguien con fiebre, nada mejor que una sopa. El granjero agarró su cuchillo y fue a buscar el ingrediente principal: la gallina. Como la enfermedad de la mujer continuaba, los amigos y vecinos fueron a visitarla. Para alimentarlos, el granjero mató el cordero. La mujer no mejoró y acabó muriendo. El granjero entonces vendió la vaca al matadero para cubrir los gastos del funeral.

La sociedad y nuestro deber ser.

La sociedad contemporánea está repleta de mensajes confusos cuando se refiere al trato que damos a los demás seres humanos. El mensaje religioso del legado judeocristiano, por ejemplo, es que hacer daño a los demás es un pecado; ensalza la virtud de ejercer la misericordia, el perdón, la caridad, el amor y el pacifismo. Pero, como todos sabemos, en la práctica dichos ideales inspirativos tienden a escasear. La sociedad moderna es un entorno competitivo y duro que aboga por aprovechar la circunstancia en detrimento del «otro».

Bajo tales condiciones, no resulta sorprendente que a menudo las personas estén dispuestas a causar daño a los demás. Dichas actividades se suelen justificar invocando excusas como una «venganza », un «ajuste de cuentas» o «hacerles daño a los demás antes de que te lo hagan a ti». Todas estas frases suponen el concepto de que la maldad cometida con los demás puede justificarse basándose en la reciprocidad o como un gesto preventivo contra un posible daño. Lo que no se tiene en cuenta es el modo en que estos intentos de hacer daño afecta a la persona dedicada a estos menesteres. Nuestra cultura ha supuesto ingenuamente que el «ajuste de cuentas» es una reacción aceptable frente a la maldad; es el ojo por ojo, diente por diente. Lo que ignoramos es el impacto psicológico, emocional y espiritual que la victimización de otros tiene sobre el victimario. Hesíodo era un antiguo poeta griego que se oponía a la maldad desde una perspectiva racionalista. Describió dos puntos sumamente importantes acerca de los efectos de la maldad en quien la comete. El primero es que realizar maldades puede convertirse en un hábito con facilidad, una especie de acto reflejo al que recurrimos con excesiva rapidez y justificamos con demasiada facilidad. El segundo es que quienes desarrollan la costumbre de hacer daño a los demás sufren un empobrecimiento espiritual; se vuelven menos humanos y en consecuencia menos capaces de encontrar el camino hacia la buena vida.

Eso significa que cometer maldades tiene un efecto de rebote. Cuando alguien le hace daño a otro, hay dos víctimas: la que sufre el daño y la que lo comete. Es precisamente esta consecuencia de la maldad lo que a la mayoría le cuesta aceptar, a saber, que hacer daño a los demás constituye una especie de herida espiritual auto infligida que acaba por convertir al malhechor en una persona amargada, rencorosa y triste. Los malhechores también sufren una pérdida de oportunidad de disfrutar de las virtudes del «camino elevado»: una poderosa fuente de enriquecimiento espiritual. A la inversa, quienes evitan hacer daño a los demás de un modo sistemático, incluso cuando hacerlo quizás esté justificado según las normas convencionales, a menudo son recompensados con una sensación de satisfacción y de paz interior.

A diferencia de quienes permiten que la maldad infecte su espíritu, los que se mantienen por encima de esos bajos instintos a menudo experimentan una profunda sensación de autosatisfacción originada a partir de su disciplina y su moderación poco habituales. Llegan a verse a sí mismos como funcionando en un nivel espiritual más elevado, tras renunciar a sentimientos como el afán de venganza. En vez de malgastar energía tramando e intrigando, las personas que evitan hacer daño a los demás tienen la oportunidad de concentrar su esfuerzo en actividades constructivas que producen tranquilidad y felicidad. Sus vidas son más ricas y satisfactorias porque se niegan a comprometer su dignidad y su valor dedicándose a cometer actos que pudieran degradarlos moral y humanamente. Debemos tomar nota de que los antiguos griegos no eran pacifistas respecto de estos asuntos. Hesíodo no propone que «pongamos la otra mejilla» y jamás hubiera sugerido que no nos defendamos de las intenciones malvadas de enemigos. Su verdadero mensaje se limita a lo siguiente: los seres humanos no sólo han de evitar manchar su alma con la maldad, también deben hacer todo lo posible para experimentar la alegría que supone ser una buena persona.

Recibes lo que das

Una mañana una mujer bien vestida se paró frente a un hombre desamparado, quien lentamente levantó la vista... y miro claramente a la mujer que parecía acostumbrada a las cosas buenas de la vida. Su abrigo era nuevo. Parecía que nunca se había perdido de una comida en su vida. Su primer pensamiento fue: “Solo se quiere burlar de mi, como tantos otros lo habían hecho. 
      "Por Favor Déjeme en paz!! gruñó el Indigente... Para su sorpresa, la mujer siguió enfrente de Él. Ella sonreía, sus dientes blancos mostraban destellos Deslumbrantes. 
      "¿Tienes hambre?" preguntó ella. "No", contestó sarcásticamente. "Acabo de llegar de cenar con el presidente.!!Ahora vete!!." 
La sonrisa de la mujer se hizo aún más Grande. De pronto el hombre sintió una mano suave bajo el brazo.
 – "¿!!!Qué hace usted, señora¡¡¡?" -preguntó el hombre enojado. “Le digo que me deje en paz” !! 
Justo en ese momento un policía se acercó.
      "¿Hay algún problema, señora?" -le preguntó el oficial. 
"No hay problema aquí, oficial”, contestó la mujer .. "Sólo estoy tratando de ayudarle para que se ponga de pie. ¿Me ayudaría? El oficial se rascó la cabeza.
      "Si, el Viejo Juan, Ha sido un estorbo por aquí por los últimos años.
      ¿Qué quiere usted con él?" Pregunto el oficial ...
      "Ve la cafetería de allí?" -preguntó ella. "Yo voy a darle algo de comer y sacarlo del frío por un rato." 
      "¿Está loca, señora?" el pobre desamparado se resistió. "Yo no quiero ir ahí!
Entonces sintió dos fuertes manos agarrándolo de los brazos y lo levantaron. 
      "Déjame ir oficial, Yo no hice nada .."
      "Vamos Viejo, esta es una Buena oportunidad para ti," el oficial le susurro al oído." 
Finalmente, y con cierta dificultad, la mujer y el agente de policía llevaron al Viejo Juan a la cafetería y lo sentaron en una mesa en un Rincón de la cafetería. Era casi mediodía, la mayoría de la gente ya había almorzado y el grupo para la comida aún no había llegado.
El gerente de la cafetería se acercó y les preguntó.
      "¿Qué está pasando aquí, oficial?" "¿Qué es todo esto? Y este hombre está en problemas?"
      "Esta señora lo trajo aquí para que coma algo," respondió el policía. 
      "Oh no, Aquí no!" el gerente respondió airadamente. "Tener una persona como este aquí es malo para mi negocio!!! 
El Viejo Juan esbozó una sonrisa con sus pocos dientes.
    "Señora, se lo dije. Ahora, si van a dejarme ir. Yo no quería venir aquí desde un principio."
La mujer se dirigió al gerente de la cafetería y sonrió  
    "Señor, ¿está usted familiarizado con Hernández y Asociados?, 
      ¿La firma bancaria que está a dos calles?" "Por supuesto que los conozco", respondió el administrador con impaciencia. "Ellos tienen sus reuniones semanales en una de mis salas de banquetes."
      "¿Y se gana una buena cantidad de dinero con el suministro de alimentos en estas reuniones semanales?" preguntó La Señora ...
      "¿Y eso que le importa a usted? 
      Yo, señor, soy Penélope Hernández, presidente y dueña de la compañía".
      !!!Oh Perdón!! dijo el gerente ...
La mujer sonrió de nuevo.
      "Pensé que esto podría hacer una diferencia en su trato." Le dijo al policía, que fuertemente trataba de contener una carcajada.
      "¿Le gustaría tomar con nosotros una taza de café o tal vez una comida, oficial?"
      "No, gracias, señora", replicó el oficial. "Estoy en servicio". 
      "Entonces, quizá, una taza de café para llevar?" 
      "Sí, señora. Eso estaría mejor".
El gerente de la cafetería giró sobre sus talones como recibiendo una orden.
– “Voy a traer el café para usted de inmediato señor oficial " El oficial lo vio alejarse. Y opino:
      "Ciertamente lo ha puesto en su lugar", dijo.
      "Esa no fue mi intención” dijo la señora... “Lo crea o no, tengo una buena razón para todo esto". 
Se sentó a la mesa frente a su invitado a cenar. Ella lo miró fijamente...
      "Juan ¿te acuerdas de mí?" 
El viejo Juan miro su rostro, el rostro de ella, con los ojos lastimeros
      "Creo que sí - Dijo, se me hace familiar". 
      "Mira Juan, quizá estoy un poco más grande, pero mírame bien", dijo la Señora. "Tal vez me veo más llenita ahora... pero cuando tu trabajabas aquí hace muchos años vine aquí una vez, y por esa misma puerta, muerta de hambre y frio”. Algunas lágrimas posaron sobre sus mejillas.
      "¿Señora?" dijo el Oficial, No podía creer lo que estaba presenciando, ni siquiera pensar que la mujer podría llegar a tener hambre. 
      "Yo acababa de graduarme de la Universidad en mi pueblo", la mujer comentó. "Yo había llegado a la ciudad en busca de un trabajo, pero no pude encontrar nada. Con la voz quebrantada la mujer continuaba: Pero cuando me quedaban mis últimos centavos y me habían corrido de mi apartamento. Caminaba por las calles, y era en febrero y Hacía frío y casi muerta de hambre. vi este lugar y entre con una poca posibilidad de que podría conseguir algo de comer. " Con lágrimas en sus ojos la mujer siguió platicando ... Juan me recibió con una sonrisa.
      "Ahora me acuerdo", dijo Juan. "Yo estaba detrás del mostrador de servicio. Se acercó y me preguntó si podría trabajar por algo de comer”.
      Me dijiste que estaba en contra de la política de la empresa". Continuó la mujer… Entonces, tú me hiciste el sándwich de carne más grande que había visto nunca... me diste una taza de café, y me fui a un rincón a disfrutar de mi comida. Tenía miedo de que te metieras en problemas. Luego, cuando miré y te vi a poner el precio de la comida en la caja registradora, supe entonces que todo iba a estar bien". 
      "¿Así que usted comenzó su propio negocio?" El viejo Juan dijo. 
      "!Si¡. Encontré un trabajo esa misma tarde. Trabajé muy duro, y me fui hacia arriba con la ayuda de Mi Padre Dios. Eventualmente empecé mi propio negocio que prosperó. "Ella abrió su bolso y sacó una tarjeta. "Cuando termines aquí, quiero que vayas a hacer una visita al señor Martínez. Él es el director de personal de mi empresa. Iré a hablar con él y estoy segura de que encontrará algo para que puedas hacer algo en la oficina". Ella sonrió. "Creo que incluso podría darte un Adelanto, lo suficiente para que puedas comprar algo de ropa y conseguir un lugar para vivir hasta que te recuperes. Si alguna vez necesitas algo, mi puerta está siempre abierta para ti Juan." 
Hubo lágrimas en los ojos del anciano. "¿Cómo voy a agradecerte?, preguntó.
– "No me des las gracias", respondió la mujer. "Soy yo quien debo agradecerte, y a Dios.  Él me trajo a ti." 
Fuera de la cafetería, el oficial y la mujer se detuvieron y antes de irse por su lado.
      "Gracias por toda su ayuda, oficial." Dijo La Sra. Hernández.” 
      Al contrario, dijo el oficial,", "Gracias a usted. Vi un milagro hoy, algo que nunca voy a olvidar.  Y gracias por el café. ".....

Tus valores precisan tu humanidad: Axiología
Se designa con el término de Axiología a aquella rama de la Filosofía que se ocupa y centra en el estudio de la naturaleza de los valores y los juicios valorativos. Aunque por supuesto la filosofía y todo lo que esta disciplina estudia datan de muchísimos siglos atrás, la denominación de esta parte de estudio es relativamente nueva, ya que fue utilizada por primera vez recién en los comienzos del siglo pasado.
La axiología, entonces estudia tanto aquellos valores negativos como positivos, analizando sus primeros principios que son aquellos que permitirán determinar la valía o no de algo o alguien, para luego formular los fundamentos del juicio tanto en el caso de ser positivo como negativo.
Por otro lado, la axiología junto con la deontología será el principal fundamento y pilar con el cual contará la Ética. En tanto y ya adentrándonos en lo que constituye su objeto de estudio, para la axiología, un valor será aquella cualidad que permitirá ponderar el valor ético y estético de las cosas, es decir, lisa y llanamente se trata de aquella cualidad especial que hace que las cosas o las personas sean estimadas en un sentido negativo o positivo.
Se puede distinguir entre distintas clases de valores. Los valores objetivos son aquellos que resultan ser ellos mismos la finalidad, como ser el bien, la verdad y la belleza. Por otro lado y en oposición a estos, nos encontramos con los valores subjetivos que serán aquellos que representan un medio para llegar a tal o cual fin y que la mayoría de las veces se encuentran seguidos de un deseo de tipo personal. Además y en un escalón más abajo, podemos distinguir los valores entre fijos, es decir, aquellos que a pesar de todo permanecen y los dinámicos, que son aquellos que no están sujetos a permanecer, sino que van cambiando a medida que nosotros vamos cambiando. Asimismo, los valores pueden ser distinguidos de acuerdo a la importancia que ostenten para nosotros y entonces estar conceptualizados de acuerdo a una jerarquía preestablecida en la cual unos poseerán una posición más alta que otros.
¿Contra quien luchamos?

Se cuenta lo siguiente de un viejo anacoreta o ermitaño, es decir, una de esas personas que por amor a Dios se refugian en la soledad del desierto, del bosque o de las montañas para solamente dedicarse a la  oración y a la penitencia. Se quejaba muchas veces que tenía demasiado quehacer.
-       La gente preguntó cómo era eso de que en la soledad estuviera con tanto trabajo.
      Les contestó: "Tengo que domar a dos halcones, entrenar a dos águilas, mantener quietos a dos conejos, vigilar una serpiente, cargar un asno y someter a un león".
      No vemos ningún animal cerca de la cueva donde vives. ¿Dónde están todos estos animales?
Entonces el ermitaño dio una explicación que todos comprendieron.
      Porque estos animales los tienen todos los hombres, ustedes también. Los dos halcones, se lanzan sobre todo lo que se les presenta, bueno y malo. Tengo que domarlos para que sólo se lanzan sobre una presa buena, son mis ojos. Las dos águilas con sus garras hieren y destrozan. Tengo que entrenarlas para que sólo se pongan al servicio y ayuden sin herir, son mis dos manos. Y los conejos quieren ir adonde les plazca, huir de los demás y esquivar las cosas difíciles. Tengo que enseñarles a estar quietos aunque haya un sufrimiento, un problema o cualquier cosa que no me gusta, son mis dos pies. Lo más difícil es vigilar la serpiente aunque se encuentra encerrada en una jaula de 32 varillas. Siempre está lista por morder y envenenar a los que la rodean apenas se abre la jaula, si no la vigilo de cerca, hace daño, es mi lengua. El burro es muy obstinado, no quiere cumplir con su deber. Pretende estar cansado y no quiere llevar su carga de cada día, es mi cuerpo. Finalmente necesito domar al león, quiere ser el rey, quiere ser  siempre el primero, es vanidoso y orgulloso: es mi corazón.
Valores para recordar: 10 reglas de oro

La vida espiritual no está reservada exclusivamente a la enseñanza religiosa. Existen otros caminos para alcanzar la satisfacción espiritual. Entre las muchas ventajas de la razón se encuentra la capacidad de examinar la vida; de comprender lo que podemos controlar y lo que está fuera de nuestro control; la capacidad de diferenciar entre los placeres falsos y los verdaderos; la de identificar las verdaderas amistades, la de alcanzar una existencia equilibrada, todo lo cual contribuye a alcanzar una espiritualidad significativa, como la expresada por la sabiduría de los antiguos sabios griegos.

1. Examina tu vida. Vive a fondo; busca siempre nuevas oportunidades para ampliar tu horizonte mental y espiritual.
2. preocúpate sólo por aquello que puedes controlar. Preocúpate de las cosas que puedes modificar mediante tus actos, no por lo que está más allá de tu control y no puedes modificar.
3. Atesora la amistad. La amistad es un vínculo recíproco que satisface la necesidad de afiliación. La amistad no se compra en el mercado, debe alimentarse y atesorarse mediante relaciones basadas en la confianza y la concordia.
4. Experimenta el auténtico placer. Evita los caprichos superficiales y pasajeros. Procura que tu vida sea sencilla. Busca experiencias tranquilizadoras que te proporcionen paz mental. Los auténticos placeres suponen límites naturales.
5. Domínate a ti mismo. Resístete a cualquier fuerza externa que pudiera limitar tus pensamientos y acciones; deja de engañarte a ti mismo y creer solamente en lo que te resulte útil y conveniente. La libertad completa requiere una lucha interior, una batalla para vencer a las fuerzas psicológicas y espirituales que impiden una independencia saludable. Sé implacablemente sincero contigo mismo.
6. Evita los excesos. Procura vivir una vida armoniosa y pacífica. No caigas en los extremos. Incluso lo bueno, perseguido sin moderación, puede convertirse en una fuente de desgracias y sufrimiento.
7. Sé responsable. Repróchate con sinceridad tus malas acciones; conserva una higiene espiritual; deja de culpar de tus errores y defectos a los demás. La «gran» deshonestidad, la mentira y el auto engaño, resultan letales para tu felicidad. Distorsionan y paralizan cualquier oportunidad, cualquier relación y cualquier perspectiva de vivir una vida significativa. Acúsate a ti mismo sin remilgos, has de estar dispuesto a confesar tu responsabilidad y a aceptar las consecuencias.
8. No seas un necio próspero. La prosperidad en sí misma no es la panacea para una vida mal orientada y puede ser la fuente de una temeridad peligrosa. El dinero es un elemento necesario pero no suficiente para vivir una buena vida.
9. No hagas daño a los demás. Cometer maldades es una costumbre peligrosa a la que recurrimos demasiado a menudo y que justificamos con excesiva facilidad; tiene un efecto negativo que mina la búsqueda de la buena vida. Hacer daño a los demás causa dos víctimas: el que -sufre el daño y el que lo comete. Con el tiempo, las heridas se extienden y se enconan hasta corromper toda la personalidad y el resultado es una persona amargada, rencorosa, triste y neurótica.
10. La bondad hacia los demás tiende a ser recompensada. Ser bondadoso con los demás es una buena costumbre que tiene efectos duraderos y positivos que sostienen y refuerzan la búsqueda de la buena vida. Ayudar a los demás proporciona una satisfacción de la que se benefician dos: quien recibe la ayuda, y quien la proporciona. Con el tiempo, quienes actúan con bondad desarrollan una personalidad amable y dichosa que atrae a los demás.


Más que humanos, somos seres espirituales: Religión
La religión es un sistema de la actividad humana compuesto por creencias y prácticas acerca de lo considerado como divino o sagrado, tanto personales como colectivas, de tipo existencial, moral y espiritual.
Se habla de «religiones» para hacer referencia a formas específicas de manifestación del fenómeno religioso, compartidas por los diferentes grupos humanos. Hay religiones que están organizadas de formas más o menos rígidas, mientras que otras carecen de estructura formal y están integradas en las tradiciones culturales de la sociedad o etnia en la que se practican. El término hace referencia tanto a las creencias y prácticas personales como a ritos y enseñanzas colectivas, además se puede afirmar que, como hecho antropológico, engloba entre otros elementos tales como las tradiciones, las culturas ancestrales, las instituciones, escrituras, historias, mitología, fe y credos, experiencias místicas, ritos, liturgias, y oraciones.
Aunque la antropología ha recogido manifestaciones religiosas desde el primer momento de la existencia del hombre y éstas han influido decisivamente en la configuración de las diversas culturas y sociedades, todavía se discute si es un fenómeno esencial del hombre o puede ser reducido a otras experiencias o aspectos humanos más fundamentales. Sea como sea, el ser humano ha hecho uso de las religiones para encontrar sentido a su existencia y para dar trascendencia y explicación al mundo, el universo y todo lo imaginable. Filosóficamente, la religión puede ser un estilo de vida, un camino hacia la plenitud, una plenitud que inicia desde el mismo instante que se cobra conciencia de la misma. En un sentido más amplio, también se utiliza para referirse a una obligación de conciencia que impele al cumplimiento de un deber tanto personal como social.
¿Eres un ser espiritual?
Si descuidas, desconoces o niegas los aspectos espirituales de tu ser, no vivirás la vida con toda la plenitud posible. Y esto puede producir malestar o trastorno por igual. Incluso en las sociedades más consumistas y materialistas que jamás se hayan conocido en el mundo, muchas personas son también seres increíblemente espirituales. La satisfacción de las necesidades materiales, emocionales e intelectuales no basta para sustentar a la gente de un modo profundo. Así, tarde o temprano, la gran mayoría busca caminos espirituales en la vida, ya sea a través de religiones organizadas tradicionales, de sistemas de creencias no tradicionales, de la sabiduría perenne, de planteamientos New Age o incluso de filosofías seculares.

¿Y qué es el espíritu? Dicho de modo sencillo es una especie de fuerza o energía no material. Hasta los materialistas más estrictos se ven obligados a admitir la influencia de cosas no materiales. Los campos gravitatorios y magnéticos, por ejemplo, son cosas no materiales que ejercen fuerzas y almacenan energía. Sin gravedad, no habría atmósfera; sin magnetismo, no existirían los iones bioquímicos; sin la luz las plantas no podrían efectuar la fotosíntesis. Así pues, la vida misma depende de fuerzas y energías de carácter no material. Si esto es cierto para las plantas, ¿cuánto más cierto es para seres conscientes como los humanos?. La vida y la conciencia poseen aspectos innegablemente espirituales (es decir, no materiales). Nuestros pensamientos son no materiales, aunque determinan en última instancia el mundo y el camino que hemos decidido recorrer. Negar entonces, la existencia de nuestro mundo espiritual, puede ser peligroso, porque si la causa primordial de un malestar es de carácter espiritual, negar la existencia de este ámbito impedirá aliviarlo.
Espiritualidad y religión.

El espíritu desempeña un papel importante en las religiones organizadas, como es lógico. Pero también es posible (y a veces deseable) crecer espiritualmente sin pertenecer a ningún grupo religioso concreto. Éste es el método que prefieren algunos, porque si la religión se vuelve demasiado dogmática, lo cual es un riesgo inherente a cualquier enseñanza doctrinal, sus seguidores pueden perder su capacidad de dudar, y su crecimiento espiritual puede verse reprimido. Se puede profesar una religión sin ser espiritual, y seguir los rituales como una conducta meramente maquinal, lo que puede incluso empobrecer el espíritu. En cambio, la práctica espiritual enriquece la vida, tanto de las personas religiosas como de las que no lo son.

Todas las grandes religiones del mundo poseen un conjunto de enseñanzas esotérico (es decir, interno y a menudo protegido), que implica prácticas que van más allá de las normas comunes, los rituales, la liturgia y la oración, y que están dirigidas al crecimiento espiritual. Tales enseñanzas suelen catalogarse de «misticismo». Los profesores y líderes morales están entregados al despertar espiritual del individuo en contraposición con la adoración conformista del grupo. El camino espiritual desarrolla siempre la capacidad interior de explorar y exaltar los misterios del Universo en nombre del amor y de la beneficencia. El camino espiritual no conduce nunca a la destrucción de uno mismo ni de los demás en conflagraciones violentas, fútiles y dañinas de odio y animadversión suicida. El malestar es uno de los ingredientes básicos de todo caldo esotérico, que si se cocina como es debido se convierte en bienestar. El malestar es un amigo, no un enemigo, porque abre las mentes, corazones y almas a experiencias de vida espiritual, lo que nos obliga a refinar nuestros aspectos más animales y a humanizar nuestros aspectos mecanicistas.

Lo que las religiones enseñan.

Hay mil y una puertas que conducen al huerto de la verdad mística. Cada ser humano tiene su propia puerta. No tenemos que cometer nunca el error de querer entrar en el huerto por una puerta que no sea la nuestra”. Elle Wiesel
El Tao es un camino que no puede definirse, salvo por la contradicción racional de que todas sus definiciones son (por definición) incorrectas. Este camino sin camino conduce al bienestar atravesando el malestar; pero no podemos descargar de la Internet la «ruta más corta». El sabio Zhuangzi aconseja: «Ejercítate en vaciar tu mente de pensamientos y reflexiones y llegarás a conocer el Tao. Sólo cuando no tienes ningún lugar y no ves ningún camino hacia adelante encuentras reposo en el Tao. No tengas camino ni planes y alcanzarás el Tao». Un estudiante del Tao se quejó de que “es como tomar un medicamento que me hace sentir peor que antes”. La razón es que seguir el Tao significa vaciarse del no Tao. Seguro que se nota cierto desasosiego. No hay por qué preocuparse. Podrá entonces empezar a usar lo que se llama «la generosidad de la vida». Pero, para ello, primero debe vaciarse de la tacañería de la vida. Es algo desagradable, como drenar un absceso: pero es necesario deshacerse de la infección.

El mejor resumen de la filosofía espiritual hindú, y aliciente para su práctica, concretamente el Bhagavad Gita, empieza con el abatimiento total del estudiante Arjuna, que es también un poderoso guerrero. Sin embargo, la habilidad marcial de Arjuna es un indicio de cómo van las cosas en comparación con las fuerzas espirituales cósmicas que tiene que empezar a comprender a medida que Krishna se las revela paciente y metódicamente. El malestar de Arjuna lo lleva a cuestionarse el significado de la vida y la muerte, lo que abre una puerta a las prácticas espirituales de los sabios del bosque. El abatimiento de Arjuna fue la clave de su salvación. De la misma manera, su abatimiento podría ser la clave de su salvación.

Muchas prácticas del misticismo judío (Cábala) se basan en algo todavía peor que el abatimiento; en concreto, el desastre. Fuerzas que escapan a nuestro control pueden causar estragos en nuestra vida en cualquier instante, dejando muerte y destrucción a su paso. Pensemos en el libro de Job. Pensemos en las tragedias que día a día sacuden al mundo. De ello se desprende que todo momento en el que no se produce ningún desastre es, en realidad, un regalo preciado que debería celebrarse potenciando al máximo el amor de uno por la vida misma. Esta celebración, el núcleo de la Cábala, es una práctica espiritual. Nadamos en «un mar de milagros sin realizar». Nuestra misión consiste en realizarlos. Eso se logra espiritualmente

El misticismo cristiano evolucionó tanto dentro de la Iglesia católica como fuera de ella; en el segundo caso, gracias a la antigua prohibición del gnosticismo. Curiosamente, las órdenes religiosas en el seno de la Iglesia están importando en la actualidad otras tradiciones para re inspirar su propia fe. Los gnósticos, sin embargo, emularon las doctrinas esotéricas de otras religiones desde el principio. Consideran que este mundo es como mínimo imperfecto, y puede llegar a ser un infierno. Su modo de superar el malestar radica en la evolución de la conciencia humana: una progresión del materialismo y de la esclavitud de los sentidos hacia la conciencia ética y la liberación espiritual. El espíritu del mundo en exilio debe atravesar el infierno de lo material y el purgatorio de lo moral para llegar al paraíso espiritual.

El misticismo islámico, o sufismo, es congruente con las prácticas y los ideales espirituales taoístas, hindúes, judíos y cristianos. El sufismo, la más reciente de las principales tradiciones místicas, incorpora elementos de todas sus predecesoras. Como los taoístas, los sufíes valoran el vacío. Como los sabios del bosque hindúes, los sufíes viven apartados del mundo. Como los cabalistas, los sufíes celebran con júbilo la vida. Como los gnósticos, los sufíes rechazan los dogmas oficiales y buscan verdades más elevadas. Y como todos ellos, los sufíes reconocen el potencial transformador del malestar. «Estos dolores que sientes son mensajero:.!!Escúchalos¡¡. Conviértelos en dulzura.» ¿Cómo? Tocando música dulce con ellos. El malestar puede recordar a veces el vacío. Pero, como todos los místicos saben, el vacío es muy útil y hermoso: «Somos guitarras, ni más ni menos. Si la caja de resonancia está llena de algo, no hay música.» Sólo vaciándonos de lo mundano, podemos llenarnos de lo divino y convertirnos en su instrumento.

El helecho y el bambú
Un día decidí darme por vencido… renuncié a mi trabajo, a mi relación, a mi vida. Fui al bosque para tener una última charla con Dios.
 ¡Dios¡, dije. "¿Podrías darme una buena razón para no darme por vencido?". Su respuesta me sorprendió"
– Mira a tu alrededor", Él dijo. "Ves el helecho y el bambú?"
"Sí", respondí.
– "Cuando sembré las semillas del helecho y el bambú, las cuidé muy bien. Les di luz. Les di agua. El helecho rápidamente creció. Su verde brillante cubría el suelo. Pero nada salió de la semilla de bambú. Sin embargo no renuncié al bambú. En el segundo año el helecho creció más brillante y  abundante y nuevamente, nada creció de la semilla de bambú. Pero no renuncié al bambú." Dijo Él. "En el tercer año, aun nada brotó de la semilla de bambú .Pero no renuncié" me dijo."En el cuarto año, nuevamente, nada salió de la semilla de bambú."No renuncié" dijo. "Luego en el quinto año un pequeño brote salió de la tierra. En comparación con el helecho era aparentemente muy pequeño e insignificante. Pero sólo 6 meses después el bambú creció a más de 100 pies de altura (20mts). Se la había pasado cinco años echando raíces. Aquellas raíces lo hicieron fuerte y le dieron lo que necesitaba para sobrevivir. "No le daría a ninguna de mis creaciones un reto que no pudiera sobrellevar".  Él me dijo. "¿Sabías que todo este tiempo que has estado luchando, realmente has estado echando raíces?" "No renunciaría al bambú. Nunca renunciaría a ti.  "No te compares con otros" me dijo. "El bambú tenía un propósito diferente al del helecho, sin embargo, ambos eran necesarios y hacían del bosque un lugar hermoso".  "Tu tiempo vendrá" Dios me dijo. "¡Crecerás muy alto!"
–  "¿Qué tan alto debo crecer?" pregunté.
–  "¿Qué tan alto crecerá el bambú?" me preguntó en respuesta.
–   "¿Tan alto como pueda?" Indagué.
Nunca te arrepientas de un día en tu vida. Los buenos días te dan felicidad. Los malos días te dan experiencia. Ambos son esenciales  para la vida. Continúa… La felicidad te mantiene agradable, los intentos te mantienen fuerte, las penas te mantienen humano, las caídas te mantienen humilde, el éxito te mantiene brillante.
Son tus actos los que te definen: ética

Cuando se habla de ética siempre se piensa en la manera de vivir sin hacer daño a otros, buscando cumplir con unas normas surgidas ya sea de la sociedad, de nuestros padres y allegados o de nuestra propia conciencia y forma de ver el mundo, y que debemos acatar y obedecer para garantizar la sana convivencia. La acción humana se puede explicar como la puesta en práctica de decisiones que pueden ser catalogadas o juzgadas de manera diferente dependiendo del contexto socio-cultural en el cual se desarrollan y ejecutan.

Podríamos afirmar que "toda acción humana está cargada de eticidad", es decir, que las acciones humanas reflejan presencia o ausencia de valores y principios éticos y morales que son el fundamento de la sociedad y de la cultura. Toda acción tiene una intención y, tanto la intención como la acción, poseen un carácter moral, de allí que la moralidad es una dimensión esencial de la vida humana cualquiera que sea su contexto, tiempo y espacio en el que se desarrolle. Por ejemplo, en nuestro medio, una serie de fenómenos han perturbado de manera significativa la convivencia humana, tales como la corrupción administrativa, la violación de los Derechos Humanos, el narcotráfico, el irrespeto hacia los demás, la falta de tolerancia etc. Todo esto es lo que ordinariamente se considera como falta de ética o pérdida de valores.

Se afirma que esta pérdida de valores ha sido ocasionada, entre otros aspectos, por el proceso de secularización ética en la cual los criterios religiosos que marcaron la vida de las anteriores generaciones, han sido suplantados por las formulaciones seculares. Asistimos a una crisis profunda en los criterios y valores éticos que guían las acciones del ser humano; personas y grupos han perdido la perspectiva moral de sus acciones dando cabida a la amoralidad, al subjetivismo y al relativismo moral. Es un hecho la confusión moral que nos afecta en el ámbito personal y social; confusión que se ve acrecentada por la dificultad de entendimiento en el lenguaje moral. Ello implica que, en la actual sociedad ni siquiera acertamos en usar un lenguaje que nos permita el entendimiento y nos lleve a alcanzar acuerdos mínimos de convivencia.
El saco de carbón
Un día, Jaimito entró a su casa dando patadas en el suelo y gritando muy molesto. Su padre  lo llamó. ¡Jaimito!, él siguió, diciendo en forma irritada:
      Papá, ¡Te juro que tengo mucha rabia! Pedrito no debió hacer lo que hizo conmigo. Por eso, le deseo todo el mal del mundo, ¡Tengo ganas de matarlo! 
Su padre, un hombre simple, pero lleno de sabiduría, escuchaba con calma al hijo quien continuaba diciendo: 
      Imagínate que el estúpido de Pedrito me humilló frente a mis amigos. ¡No acepto eso! Me gustaría que él se enfermara para que no pudiera ir más a la escuela. 
El padre siguió escuchando y se dirigió hacia una esquina del garaje de la casa, de donde
tomó un saco lleno de carbón el cual llevó hasta el final del jardín y le propuso: 
      ¿Ves aquella camisa blanca que está en el tendedero? Hazte la idea de que es Pedrito y cada pedazo de carbón que hay en esta bolsa es un mal pensamiento que va dirigido a él. Tírale todo el carbón que hay en el saco, hasta el último pedazo. Después yo regreso para ver como quedó. 
El niño lo tomó como un juego y comenzó a lanzar los carbones pero como el tendedero estaba lejos, pocos de ellos acertaron la camisa. Cuando, el padre regresó y le preguntó:
      Hijo ¿Qué tal te sientes? 
-       ¡Cansado!, pero alegre. Acerté algunos pedazos de carbón a la camisa.
 El padre tomó al niño de la mano y le dijo: 
-        Ven conmigo quiero mostrarte algo.
 Lo colocó frente a un espejo que le permite ver todo su cuerpo.... ¡Qué susto!  Estaba todo negro y sólo se le veían los dientes y los ojos. En ese momento el padre dijo:
-       Hijo, como pudiste observar, la camisa quedó un poco sucia pero no es comparable a lo sucio que quedaste tú. El mal que deseamos a otros se nos devuelve y multiplica en nosotros. Por más que queremos o podamos perturbar la vida de alguien con nuestros pensamientos, los residuos y la suciedad siempre queda en nosotros mismos. 
Ten mucho cuidado con tus pensamientos porque ellos se transforman en palabras. Ten mucho cuidado con tus palabras porque ellas se transforman en acciones. Ten mucho cuidado con tus acciones porque ellas se transforman en hábitos. Ten mucho cuidado con tus hábitos porque ellos moldean tu carácter. Y ten mucho cuidado con tu carácter porque de él dependerá tu destino.

La ética se mide en función del servicio que prestamos a los demás.

Muchas de las importantes religiones del mundo hablan de la obligación de tratar a nuestros semejantes con bondad. Pero dicha bondad a menudo es considerada como una inversión para una salvación futura, como un billete de entrada al paraíso. Sin embargo, los antiguos griegos no lo consideraban así, puesto que veían la bondad a través de la lente de la razón y subrayaban sus efectos positivos no sólo en quienes la recibían sino también en quien la proporcionaba, no para la salvación del alma en la otra vida sino en ésta.

Simplificando, la bondad tiende a revertir sobre quienes actúan bondadosamente, como demostró Esopo en su fábula del ratoncito que cortó la red para liberar al león. Da la casualidad de que los antiguos griegos no eran tan «idealistas» como a veces se los retrata. Incluso las enseñanzas de los grandes filósofos y poetas tendían a lo utilitario, incluido el concepto de acto bondadoso. Un acto bondadoso como un fin en sí mismo o como un tema de deber personal no formaba parte de su horizonte moral. No obstante, al mismo tiempo su sentido de la utilidad en dichos asuntos no era burdo ni carecía de tacto. Para Esopo, una acción bondadosa no supone un cálculo y tampoco una inversión consciente realizada con la esperanza de obtener un dividendo. En cambio, sugiere que la bondad tiende a revertir sobre quienes hacen el bien, una especie de recompensa «kármica». Y así, en la fábula de Esopo, cuando el león está inextricablemente atrapado en la red, es el humilde ratón al que antaño le perdonó la vida quien roe las cuerdas y lo libera: una buena obra espontánea correspondida bajo circunstancias que nadie podría haber anticipado.

En la actualidad, la premisa de Esopo de que ningún acto bondadoso resulta inútil conlleva dos mensajes importantes para las relaciones modernas que tienden a fomentar los caprichos y el fomento del ego individual.

El primer mensaje es que somos criaturas sociales, que para llegar a realizarnos necesitamos al «otro». Este mensaje se olvida con frecuencia debido a que malgastamos mucho tiempo y energía en fomentar nuestras propias causas y nos despreocupamos de los demás. No cabe duda de que al menos una parte de la conducta neurótica observada en la sociedad moderna (la alienación, la drogadicción, la depresión), está relacionada con la ausencia de relaciones sociales significativas. Esopo consideraba que la benevolencia humana facilitaba el establecimiento de vínculos sociales. En ausencia de un gesto bondadoso, las barreras permanecen bajadas y las personas no están dispuestas a confiar o comprometerse. Pero cuando un ser humano se arriesga a expresarle al «otro» una auténtica bondad, algo ofrecido gratuitamente a cambio de nada, entonces toda la dinámica social se ve modificada y hay vía libre para una verdadera comunicación, para el establecimiento de lo que ha sido denominado la relación «Yo-Tú». Hemos de tomar nota de que dichas relaciones son las que mayor trascendencia suelen tener.

El segundo mensaje es que la bondad tiene un efecto positivo sobre el benefactor. Podemos afirmar que la generosidad hacia los demás contribuye al desarrollo humano del benefactor. Al ayudar a los demás ampliamos nuestro horizonte tanto emocional como espiritualmente. Crecemos como seres humanos y adquirimos una nueva comprensión de nosotros mismos y de nuestros vínculos con los otros. Sobre todo, hacer el bien suele proporcionar una profunda satisfacción. Los que realizan actos generosos, los que no se preguntan « ¿Y yo qué obtengo de ello?», sino que se limitan a actuar con generosidad, experimentan una satisfacción interior que los eleva y ennoblece. Tales individuos tienen el derecho de considerarse a sí mismos de un modo positivo, porque son seres humanos más completos que el resto.

En resumen, los actos bondadosos generan una auténtica oportunidad de establecer relaciones derribando los muros que aíslan y dividen. En cuanto al desarrollo personal, quizá la generosidad hacia los demás haga que el benefactor acceda a un nivel más elevado de realización y satisfacción espiritual. Además, es de esperar que los hombres y las mujeres generosos creen circunstancias mediante las cuales se conviertan en destinatarios de actos de bondad similares, como el que el león recibió del ratón.
La liebre y el tigre...
Qué gran decepción tenía el joven de esta historia. Su amargura absoluta era por la forma tan inhumana en que se comportaban todas las personas, al parecer, ya a nadie le importaba nadie.

Un día dando un paseo por el monte, vio sorprendido que una pequeña liebre le llevaba comida a un enorme tigre malherido, el cual no podía valerse por sí mismo. Le impresionó tanto al ver este hecho, que regresó al siguiente día para ver si el comportamiento de la liebre era casual o habitual. Con enorme sorpresa pudo comprobar que la escena se repetía: la liebre dejaba un buen trozo de carne cerca del tigre. Pasaron los días y la escena se repitió de un modo idéntico, hasta que el tigre recuperó las fuerzas y pudo buscar la comida por su propia cuenta. Admirado por la solidaridad y cooperación entre los animales, se dijo:

      "No todo está perdido. Si los animales, que son inferiores a nosotros, son capaces de ayudarse de este modo, mucho más lo haremos las personas".

Y decidió hacer la experiencia: Se tiró al suelo, simulando que estaba herido, y se puso a esperar que pasara alguien y le ayudara. Pasaron las horas, llegó la noche y nadie se acercó en su ayuda. Estuvo así durante todo el otro día, y ya se iba a levantar, mucho más decepcionado que cuando comenzamos a leer esta historia, con la convicción de que la humanidad no tenía el menor remedio, sintió dentro de sí todo el desespero del hambriento, la soledad del enfermo, la tristeza del abandono, su corazón estaba devastado, y casi no sentía deseo de levantarse.

Entonces allí, en ese instante, lo oyó... ¡Con qué claridad, una hermosa voz, muy dentro de él le dijo: Si quieres encontrar a tus semejantes, si quieres sentir que todo ha valido la pena, si quieres seguir creyendo en la humanidad, para encontrar a tus semejantes como hermanos, deja de hacer de tigre y simplemente se la liebre".








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